Erase una vez, que se era, un administrativo en paro abducido como dependiente en un gran almacén ("poco tiempo", se dijo, "el justo para encontrar otra oficina donde aposentar el culo"). Pero el poco tiempo se convirtió en un lustro, y la sensación de seguir siendo laboral carne de cañón iba en aumento. Mismos jefes con distintos collares, mismo salario con el mismo desgaste de lomo. Conclusión: treinta abriles trabajados por cuenta ajena, tan ajena que apenas guardaba sombras afectivas de tanto encargado, jefe, colega "trepa" y fauna similar.
Y quiso la casualidad que para celebrar el quinto aniversario le moviera la curiosidad (amén de la evidente desidia del personal anejo) de embarcarse en una aventura nueva para él: ser representado por sus compañeros y/o ser representante de todos los mismos, ser candidato a las elecciones sindicales.
Y así, nuestro personaje, hasta ahora nunca envuelto en filias, adscripciones o similares rarezas, se vio animado y animando a un selecto grupillo de abnegados seres que, de la noche a la mañana, y sin más ánimo que el de intentar mejorar, o al menos innovar, su esfuerzo cotidiano por conseguirse el pan, pasaron a ser la cabeza visible de una revolución que iba a cambiar el mundo...LOS DIEZ DEL BESO.
(continuará)