lunes, 26 de marzo de 2012

Andalucía, o la sabiduría hecha pueblo.




Como decía esta mañana, si algo ha demostrado esta tierra en la festividad democrática menos festiva de las que hemos vivido (no está la putería para muchos panfletos) es su infinita sabiduría.



     Después de haber soportado, con infinita paciencia, una campaña soporífera (sin entrar a valorar sus costes) y con un nivel intelectual digno de los Teletubbies, no se qué me jode más: que me tomen por tonto  o por bracero de posguerra esperando el óbolo del señorito. ¿De verdad creían unos que no íbamos a cobrarnos el asqueroso trapicheo que han consentido (si no auspiciado), por acción u omisión, con nuestro dinero?. ¿De verdad esperaban los otros que obtendrían la llave de su particular cortijo a base de lobos y caperucitas y sin mover un solo dedo?.
     Por suerte, la vanidad y la ceguera de nuestros políticos ha tenido enfrente a un pueblo que, a pesar de los  pesares, está muy por encima de su inteligencia. 
     No necesitamos que el socialismo andaluz (si es que algo queda de eso) nos explique como un chorizo se gasta en putas y coca nuestro dinero; ya sabemos mucho, por desgracia, de gente de esta calaña. Hace mucho que aprendimos el significado del verbo robar. Queremos gente que sea consecuente con su designado, que pueda decir a boca llena que no tuvo nada que ver. Merecemos dirigentes que se olviden ya del "pero ellos más", que aquí nos la trae al pairo lo gilipollas que pueda llegar a ser el que vuelva a votar a Camps (o a Matas, o a tantos otros) después de que se lo hayan pasado por la piedra. Que para compararse hay que romper primero todos los espejos.
     Y, para no hacerla de menos, recordarle a la marea azul (que iba a ser poco menos que un tsunami) que el tiempo de los analfabetos hace mucho que pasó. Que quien más, quien menos, sabe que darle la oportunidad al señorito de cobrarse las deudas generadas en treinta años de prepotencia e impotencia, no puede ser bueno; que la piel de cordero hace ya mucho que fue sustituida por la camisa de Yves Saint Laurent. Que un despido libre disfrazado de reforma solo se lo traga quien oye política como si fuese evangelio. Que no aceptamos lecciones de democracia de nadie.
     Sin aspavientos, sin ruido, pero tan sabia como siempre...Andalucía ha puesto a cada uno en su sitio. Ha castigado a unos que se lo merecían, no se ha dejado comprar por otros que venían a devorarla, y le ha prestado sus llaves a un tercero para que controle el zaguán.
     Así, yo, cansado ya de gritar en el desierto de la desidia, de quejarme de la falta de inquietudes políticas y éticas de la gente que me rodea, de repetir hasta la saciedad que tenemos lo que realmente nos merecemos, veo una tenue luz al final de este túnel. Y aunque sigo pensando que mientras que haya gilipollas que priven de comer a sus niños para sacarse el carné del Madrid, Cristiano Ronaldo debería cobrar el doble de lo que cobra, o que mientras haya indignados que desalojen a la carrera su Quechua para unirse al cortejo de la Duquesa de Alba, merecemos el doble de paro juvenil, hoy el negro cenizo de mi particular futuro es algo más gris, gracias a mi patria, mi Andalucía. VIVA ANDALUCIA.